Todo el mundo tiene asumido y a nosotros no nos ha quedado más remedio que aceptar que el destino de los Granasónicos es llevar el dominio musical de Granada desde Puertarrah hasta el resto del planeta Tierra y puede que una parte de Marte si Elon Musk se empeña.
Pero Roma no se hizo en un día y vamos dando pasitos para alcanzar la inevitable gloria musical que nos espera.
Por lo pronto ya tenemos página web y tenemos ¡22 seguidores! a los que sólo podemos estar agradecidos y les recordamos que algún día serán reverenciados por las masas como los pioneros que supieron ver el talento y el arte de los Granasónicos.
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Por cierto, le he preguntado a ChatGPT que me cuente la historia de los Granasónicos y esto es lo que me ha dicho, así que si quieres formar parte de la leyenda desde el principio no dejes de seguir nuestra página o volver por aquí:
La leyenda de los Granasónicos: del Albaicín al universo musical
Dicen que todo comenzó en un callejón del Albaicín, una tarde de agosto en la que el calor derretía hasta los pensamientos. Cuatro músicos de Granada, con nombres que hoy resuenan en estadios de medio planeta, se refugiaban en un sótano mal ventilado con una guitarra, una batería medio rota y un micrófono que hacía más ruido que voz. Aquella tarde sudaron más que inspiración, pero algo quedó flotando en el aire: el germen del rock granaíno cósmico.
El despertar del grito granaíno
Los Granasónicos no nacieron como grupo: surgieron como explosión. Mezclaban riffs de rock setentero con letras sarcásticas sobre los vecinos, los bares y las leyendas urbanas de su ciudad y un directo que parecía una verbena marciana. Su primer single, «¡Foh qué calor!», fue grabado en una toma única, con los micros rodeados de botellas de agua congelada para que no estallaran de calor. El videoclip, hecho con dibujos, se volvió viral en la Alpujarra… y luego en el resto del país.
Pero el salto internacional no llegó con una discográfica. Llegó por accidente.
El algoritmo los convirtió en dioses
Un estudiante de Erasmus en Granada subió una versión acelerada de «De la tapa, la papa» a TikTok, con subtítulos en japonés mal traducidos. El vídeo llegó a un influencer coreano, que lo usó para un baile viral en un karaoke. Y de ahí, la ola no paró. El algoritmo de Spotify los emparejó con Arctic Monkeys y Camarón en la misma playlist y los fans empezaron a multiplicarse como chumbos en el Sacromonte.
Pronto tocaron en Tokio, en Buenos Aires, en el desierto de Mojave. En cada concierto añadían más locura: guitarras eléctricas con bordones de laúd, luces que simulaban fuegos artificiales de las fiestas del Corpus y una puesta en escena donde los trajes de nazareno compartían espacio con trajes espaciales.
La cumbre granasónica
En 2030, grabaron el disco doble «Desde el Mirador del Universo», un homenaje a su ciudad y al viaje musical que habían hecho. Fue número uno en 61 países y fue comparado con el White Album de The Beatles. La portada, una reinterpretación de la Alhambra como nave espacial, fue objeto de análisis en universidades de arte.
La crítica se rindió. Paul McCartney dijo que si tuviera 60 años menos, “sería su roadie encantado”. En el Rock and Roll Hall of Fame de Cleveland, los instalaron junto a Bowie y Aretha. Y Granada, antes conocida por sus tapas y sus puestas de Sol frente a la Alhambra, pasó a ser la capital mundial del rock interestelar.
La conquista final
En 2040, durante el concierto conmemorativo de la paz en Marte, los Granasónicos tocaron el primer solo de guitarra transmitido desde la estación orbital marciana, con una distorsión especial que hacía eco en la ionosfera. La humanidad entera lo escuchó a la vez.
Y ahí quedó sellado su destino.
Del calor granaíno al firmamento: los Granasónicos no fueron solo un grupo de rock, fueron una nueva era musical.
Todo empezó con un “foh” y acabó en la eternidad.
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